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Victimología en el tráfico (III) LA VICTIMOLOGÍA VIAL Y LA REPERCUSIÓN DE LOS ACTOS VIOLENTOS EN LOS SINIESTROS DE TRÁFICO


Hoy en día y ante las situaciones tan graves que se generan alrededor de los accidentes de tráfico, nos podemos encontrar con numerosas conductas realizadas por los usuarios de las vías, en consonancia con la evolución social de lo que ahora se denominan infracciones, faltas o delitos contra la seguridad vial. Siendo cada vez más remarcada la influencia del sistema y la evolución tanto social como comportamental de las personas en esta tipología vial. De ahí, se nos hace necesaria la utilización de mecanismos o instrumentos para evitar estas conductas despreciables que atentan de forma importante a la vida e integridad física de las personas, encontrando tras estas situaciones, quienes se han visto directa o indirectamente relacionadas con la dinámica de la accidentalidad vial y con graves consecuencias que les dejarán con restricciones de la movilidad y en ocasiones la muerte. Por lo que nos encontramos ante un nuevo tipo de víctima, que si bien es conocida, es en cierto modo igualmente olvidada y relegada a un segundo plano en la esfera de la siniestralidad en el mundo rodado. Y al mismo tiempo ante un nuevo tipo de estudio de la misma que denominaremos “VICTIMOLOGÍA VIAL”.

Últimamente, la estrategia en materia de normativa viaria se ha ido acercando a la moralidad de las personas, definiendo a los conductores como un peligro. Es lógico que hoy en día pasemos a una nueva estrategia, hablemos de los accidentes de tráfico como siniestros del tráfico, aparcando ese concepto de accidente porque es políticamente incorrecto. Estamos hablando de “violencia vial”, donde hay personas que provocan el accidente de tráfico y otras (las víctimas) que se ven envueltas en él sin buscarlo, por el simple hecho de circular libremente.

El infractor se convierte así en un enemigo para la sociedad, en un violento, casi definido como “terrorista viario”. El conductor es percibido como una “fuente de peligro” y la conducción como una conducta peligrosa y arriesgada.

Así, lo que históricamente se ha considerado como una utilidad – hablamos de la conducción – hoy pasa a ser una conducta delictiva si no se ponen los medios necesarios, y el vehículo como el arma del delito, una herramienta de hierro, poderosa y capaz de producir daños irreversibles.

Los riesgos del tráfico rodado no son nuevos, siempre han estado ahí, pero asistimos actualmente a una nueva atención a las víctimas de los accidentes de tráfico. El foco se sitúa en el conductor como un peligro y en la víctima como

la protagonista inocente. Pero no olvidemos que ambos roles están presentes en la misma persona. Solo una acción desafortunada puede convertir a esa persona en victimario o víctima.

Los medios de comunicación contribuyen a ofrecer la realidad, sobre el número de accidentes, de heridos y de fallecidos. La colaboración ciudadana hace posible conocer el mal estado de las infraestructuras viarias, la defectuosa señalización, la persistencia de “puntos negros”, etc. Pero recordemos que el más importante, y sobre el que más debemos incidir es en el “factor humano”, el verdadero causante de todos los accidentes.

La verdad digital 17/06/2010


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