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El morbo y el porno


morbo

El morbo que llevamos dentro es lo más repugnante de nosotros que nos consideramos personas, del porno no voy a escribir porque solo lo puse en el título para llamar su atención. Y ahora que he captado la atención del lector toca entrar a matar.

Antes de nada aclaro qué es el morbo. Pues bien, dice la sabia y correctamente ortográfica Academia de la Lengua Española, la de Cervantes de toda la vida, que el morbo es una enfermedad (alteración de la salud), el interés malsano (dañoso a la salud, moralmente daños, enfermizo) por personas o cosas y la atracción hacia acontecimientos desagradables. Un morboso es un enfermo que manifiesta inclinación al morbo.

¡Madre de Dios! Pero si nos ha definido perfectamente a todos y cada uno de nosotros. Ahora que no solo va a ser así por nuestra culpa. Si cuando nos sentamos a comer en la sobremesa y ponemos el informativo en televisión, antes de catar la rica tarta de chocolate que nos ha preparado nuestra esposa para el postre, ya no nos cabe, pues hemos tenido que despachar dos muertos en un tiroteo, mil muertos en un tsunami y la caída libre de una docena de policías armados con porras.

¿Somos morbosos? Sí. ¿Cambiamos de canal cuando nos ponen las tragedias de esta mísera sociedad? No. ¿Por qué? Porque somos MORBOSOS.

Quién no ha visto o querido ver “por MORBO” a una persona quemándose a lo bonzo en la puerta de unos grandes almacenes (coño, El Corte Inglés, puedo decirlo, no me paga ninguna agencia informativa que no quiere que digan el nombre para no hacerle publicidad). Quién no ha visto, buscado o querido ver el vídeo de una concejala masturbándose con todos sus encantos al aire ante una pantalla de teléfono móvil. Quién… el que esté libre de pecado que tire la primera piedra que ya me encargaré de lanzársela a la cabeza por hipócrita.

En uno de mis coloridos y variopintos servicios diarios, patrullando con uno que dice las cosas claras, gusten más o menos, pero que va de frente, nos encontramos a una persona tirada en el suelo, lo más parecido a sufrir un infarto, y la gente va olisqueando alrededor, cual ratas de cloaca buscan su alimento. Los médicos y enfermeros del servicio de urgencias llegan al concurrido y céntrico lugar de los hechos, plena arteria principal de la ciudad, la avenida de los mejores comercios y desfiles, de adinerados de antaño… y siguen acercándose las ratas a ver lo que pueden sacar, con sus teléfonos en mano, preparados para llevarse un recuerdo imborrable y asquerosamente repugnante como ver morir a una persona. Durante una hora, la misma en que la ratas van aumentando en número, los médicos y enfermeros realizan las maniobras de reanimación cardiopulmonar al finalmente finado, pobre hombre. Algunas ratas se atreven a dar consejos, la mayoría se limita a observar. Se acercan demasiado, los policías establecen un cordón de seguridad para que el personal médico pueda trabajar en condiciones más menos dignas. Una rata pasa la raya y la trampa para ratones estalla. La rata sale ofendida del cordón policial, protestando lo malos que son los policías. ¡Dan ganas de mandarlo allí donde vamos todos los días si no estamos estreñidos! Pero hay que ser educado, hasta las ratas más gordas y feas merecen respeto por muy ignorantes y maleducadas que sean.

Triste es el caso de las ratas que van con sus pequeños ratones, sus hijitos, parando en el lugar y viendo los pequeñines lo que allí se fragua.

La persona muere, sí, los morbosos más desalmados seguro que hasta piensan que ellos habrían salvado a esa persona finada. A ver ratas, esto no es como en CSI, aquí en el mundo real la gente muere y en muchos casos no es posible ni encontrar al asesino.

¿Cómo vamos a acabar con el morbo? ¿Cómo podemos pedirle a los medios de comunicación que no sean morbosos y respeten a las víctimas? Si los consumidores somos los primeros que queremos comer morbo a la carta, día sí, día también.

Que no se me ofenda ninguna rata pues en ese caso llamo al gato.

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